Por terrenos femeninos.
Todo el que pretende alcanzar el
extremo más septentrional de la nación invisible se ve indefectiblemente
obligado a adentrarse en la región de Qadna; lo cual, si eres un hombre,
puede suponer un importante revés a tus aspiraciones exploratorias. Todo esto
obedece a que, estas tierras en concreto, permanecen reservadas de manera
exclusiva a aquellas damas de inclinaciones lésbicas y, debido a esta circunstancia,
el acceso a dicho territorio por parte de cualquier sujeto de género masculino
queda restringido a momentos y situaciones muy específicas. De hecho, la isla
de Shina;
fácilmente reconocible en el mapa de Qarpadia por tratarse del punto que se sitúa
más al norte; ha permanecido vedada a los varones desde tiempos inmemoriales. Solamente
con ocasión de algún tipo de emergencia se ha consentido su presencia como
colaboradores necesarios para el restablecimiento de la normalidad. Durante el
resto del tiempo, ni siquiera se les permite a los caballeros empleados en el
lógico abastecimiento de la población insular desembarcar de los medios de
trasporte empleados para ese fin.
Esta particular coyuntura a
traído consigo la “mitificación” de muchos de los aspectos que rigen este
entorno netamente femenino (entre el que cabe destacar la proverbial belleza que,
se supone, destilan todas y cada una de sus habitantes). Conjeturas de este
tipo han animado a que no pocos curiosos tentaran a su suerte con la intención
de comprobar la veracidad de tales afirmaciones. No obstante, resulta bastante difícil
ocultar la propia condición de género cuando uno se halla inmerso en un orden
social donde existe una uniformidad tan marcada en ese sentido. Además. Pocas cosas
resultan más reprobables para sus residentes como el hecho de verse
sorprendidas en compañía de un varón en actitud íntima. De llegar a producirse,
y pudiendo probarse, una violación tan flagrante de su código de conducta, la
infractora sería expulsada, automáticamente y de por vida, de la región,
mientras que el instigador de tan deleznable comportamiento pasaría a manos de
las autoridades de Lenvana (con las que se mantiene un estrecho convenio para
poder hacer frente a este tipo de eventualidades) para ser aleccionado en
el tiempo y la forma que se estimen oportunos.
En virtud al amplio margen que me
confieren mis actuales atribuciones, se me ha emplazado a que dedicar unos días
a conocer de primera mano la realidad de estos parajes. He de manifestar que, a
pesar de las atentas muestras de hospitalidad que se han volcado sobre mi
persona, en ningún momento he llegado a encontrarme del todo cómodo dentro de
ese entorno tan claramente reservado para el uso y disfrute de las féminas. No quisiera
que este comentario se interpretara como un gesto de descortesía por mi parte,
pero, en honor a la verdad, resulta un tanto complicado que un hombre no se
sienta desubicado en un ambiente de estas características. Además, por si todo
lo anterior no fuera suficiente, las moradoras de Qadna (y…, en esto, no
difieren en demasía con lo que viene a ser práctica habitual en casi toda la
geografía qarpadia) tienden a expresar su sexualidad a través de un ardiente
desenfado. Ser testigo de este tipo de “escarceos”
y saberse, a un tiempo, excluido de los mismos por mor de la norma imperante…
¿qué queréis que os diga? No es que uno sea, precisamente, un claro ejemplo de
santo varón.
Dejando aparte esta (en mi
humilde opinión) triste circunstancia, sí que he contado con la oportunidad de
comprobar sobre el terreno si eran ciertos los rumores que corren sobre el
inusitado atractivo físico que define a las “qadnias”.
En este sentido, no me ha dado la impresión de que esto enclave pudieran
presumir de contar con un nivel de belleza femenina superior a la media
observable en otros lugares. Sí que me sorprendió, en cambio, la abundancia de
verdaderas “amazonas” que, sin llegar
a ser portadoras de una prestancia masculina, sí que llaman la atención por su figura
fornida y atlética. Según he sabido, esto se debe, en gran medida, a la
necesidad que tienen de mostrarse autosuficientes en todos los aspectos, lo
cual las ha llevado, en algunos casos, a convertirse en el músculo de este
curioso ordenamiento identitario. Tal es así que no resulta exagerado afirmar
que, algunas de estas “formidables
criaturas”, son capaces de dejar en muy mal lugar a muchos individuos del
género contrario.
Para acabar, me gustaría dedicar
unas líneas a describiros la impresión que me ha causado la naturaleza física
del entorno donde estas esquivas damiselas vienen desarrollando su actividad. Por
lo que he visto hasta ahora; que en verdad no ha sido mucho; el paisaje tiende
a mostrarse bastante agreste, rudo en comparación a la delicadeza de las formas
que tienden a asociarse a todo lo femenino. Me han hablado de extensos bosques
de hoja caduca, no demasiado alejados de donde me encuentro mientras escribo
esta crónica, así como de infinidad de villas llenas de encanto salpicando los
valles de toda esta área.
No me veo, empero, en posición de ofrecer un panorama
que se ajuste honestamente a las virtudes topográficas con las que, a buen
seguro, ha de contar este territorio, y más si tenemos en cuenta las sucesivas
borrascas con las que el océano nos ha estado obsequiando durante las últimas
jornadas. Sin duda, no dejará de haber quienes disfruten con las estampas
invernales que, a la postre, proporcionan estas galernas. Pero, en mi caso, lo
que más me atrae de ellas es el calor mediante el cual plantamos cara a sus
rigores. Por desgracia, el ejemplo más dulce y apetitoso de esa “calidez” es precisamente aquel, que
aquí, no se me permite disfrutar.
Curioso terreno el que hoy nos presentas, pero aunque me resulta atrayente por su singularidad preferiría estar disfrutando de Tu compañía en esta o cualquier otra tierra asi que creo me limitaré a ir de visita y permanecer en algun sitio donde puedas hacerme Tuya cuando te plazca.
ResponderEliminarBesines dulces
A Tus pies
Es un disfrute leerle.
ResponderEliminarDisfrute de este mágico día.
Me han gustado sus fotos aquí, sobre todo la primera. Elegancia.
Mis saludos, Caballero.