A los olvidados.
Desde hace ya algún tiempo y,
sobre todo, durante las últimas semanas, hemos asistido al gran despliegue que
se ha venido realizando desde todos los medios de comunicación para que no se
nos pase por alto la efeméride de la que hoy se cumplirán sus primeros cien
años. Seguro que muchos ya habréis adivinado a que hecho concreto me estoy
refiriendo y…, sí, se trata del hundimiento del Titanic.
En la madrugada a caballo entre
el 14 y el 15 de abril de 1912 tuvo lugar aquel desastre de cuyos ecos aún
sacan provecho editoriales y productoras para alborozo del gran público. La que
fuera joya de la corona de la Compañía White
Star Line, el mayor buque construido hasta el momento, símbolo de la arrogancia
y de las vanidades humanas y claro ejemplo de una época donde el lujo y la
ostentación era un estilo de vida, fue engullido por las frías aguas del
Atlántico Norte en poco más de tres horas.
En muchos sentidos, el
hundimiento del Titanic supuso también el fin de una época, el despertar de un
sueño donde el despreocupado derroche de algunos comenzó a declinar y las
reivindicaciones de otros comenzaron a gestarse de un modo mucho más militante
(la historia siempre parece repetirse).
Pero no es al Titanic al que
quiero hacer alusión en este momento y sí, en cambio, a otro navío algo más
modesto implicado en aquellos acontecimientos y que evitó que aquella tragedia
adquiriera tintes aún más dramáticos. De él no suelen ocuparse las crónicas
comunes y, si preguntarais su nombre, no muchas personas sabrían contestaros aunque,
seguro que a los que soléis deambular por estas calles, os sonará de algo. Se
trata del “Carpathia”.
El RMS Carpathia, perteneciente
a la naviera Cunard Line, fue botado en los astilleros Swan Hunter & Wigham
Richardson de Newcastle el 6 de agosto de 1902. Se trataba de un buque de uso
mixto (para carga y con una capacidad de hasta 2550 pasajeros) con unas
prestaciones bastante más modestas que las del lujoso Titanic y de dimensiones
más reducidas.
La noche del naufragio se dirigía
desde Nueva York a Rijeka bajo el mando del capitán Arthur Rostron cuando,
sobre las 0:25 horas de la madrugada, captó por radio las señales de auxilio
del Titanic a unas 58
millas al norte de su posición. De inmediato, a toda
máquina, puso rumbo al lugar del suceso a donde llegó alrededor de las 4:20 de
la mañana. A pesar de los esfuerzos, fue demasiado tarde para los
supervivientes del hundimiento que no habían podido hacerse un sitio en los
botes salvavidas (el Titanic se había hundido dos horas antes) que perecieron a
causa de la hipotermia. Sí fue posible rescatar a 705 pasajeros del lujoso y
malogrado trasatlántico que, desde las lanchas, vieron como sus esperanzas
cobraban forma en la silueta del Carpathia, momento en el que se inspiró el
pintor Edward D. Walter para dar forma al cuadro que ilustra este post.
He querido rendir homenaje a este
barco porque, a pesar de la gran importancia que supuso su llegada para todos
los supervivientes de aquel desastre, no suele ser tenido demasiado en cuenta
y, aunque si que haya pasado a la historia, no se le recuerda tanto como
al altivo y majestuosos Titanic en cuyo auxilio acudió. Así suele suceder
también con las personas. Vemos como recordamos con facilidad a fanfarrones y a sus bravuconadas, como sus
errores quedan diluidos por el paso del tiempo y como su existencia se ve
rodeada por un halo de romanticismo. En cambio, aquellos que cumplen con su
deber calladamente, que arriesgan su integridad por el bien de los demás y que
no busca mérito ni recompensa, son despreciados por la memoria y arrojados al
abismo del olvido.
Como también suele suceder,
el Carpathia tampoco tubo un final
feliz. El 17 de julio de 1918,
a escasos meses de concluir la Primera Guerra Mundial, recibió
el impacto de tres torpedos lanzados por un submarino alemán mientras realizaba
tareas de transporte y aprovisionamiento para los aliados. Hoy, sus restos yacen
a más de 150 metros
de profundidad frente a la costa de Cornualles.
Me encanta que hayas pensado en el homenaje de quien suele pasar desapercibido pero su funcion fue realmente imprescindible para muchos. Gracias por darme a concer la historia desde otro punto de vista.
ResponderEliminarNo puedo evitar hacer el simil y sentirme en un naugrafio al que Tu acudiste presto y decidido a salvar mi esencia, en la que ya no creía, justo cuando veía pasar ante mi mis deseos ocultos, aquellos que escondía incluso a mi vi a lo lejos la silueta de Qarpatian, poderosa y segura avanzaba a mostrarme que había esperanza, que tan solo debia serenarme, esperar y llegarias a mostrarme un nuevo camino a Tu lado.
Confié en Ti y hoy agradezco la fortuna de que llegaras a mi vida.
Gracias mi Señor por rescatarme de mi misma y de mis temores para llevarme a nueva tierra y mostrarme su belleza.
A Tus pies.
Se que sonará un tanto ñoño lo que voy a decir a continuación pero es la realidad y sabes que no me gusta ocultarla.
ResponderEliminarTus palabras me llenan de emoción por el enorme trasfondo que hay detrás de ellas y, sinceramente, nunca me había visto del modo en que tú me has descrito.
Para nada me esperaba que está entrada sugiriera en ti un símil de esas características, aunque ahora, a toro pasado, comprendo tus motivaciones para hacerlo.
Gracias dana por albergar tan hermosos pensamientos hacia mi persona.
Un beso y una caricia.
P.D: Por cierto, esto no significa que la vida a bordo no vaya a ser dura, pero, como siempre, tendrá sus compensaciones. Tú, mejor que nadie, ya me entiendes.